Esto es el principio de un sueño. De mi sueño de libros y libertad. Este Ángel que me sigue, tan terrenal, tan cercano, velará para que se realice. No dejará que me pierda en el marasmo de las cosas sin valor, en la nada de la memoria perdida. Vigilará para que nada me distraiga ni me confunda, para que no abandone ni mis ilusiones de niña, ni mis utopías adolescentes. Esto es el principio de mi sueño y mi futuro.

viernes, 17 de diciembre de 2010

El libro de los abrazos. Eduardo Galeano.


Eduardo Galeano es un escritor uruguayo, probablemente de los mejores del continente americano. Tiene un compromiso político activo y evidente desde hace muchísimos años que le llevó al exilio en España, puesto que incluso Videla lo puso en su punto de mira durante la dictadura argentina. Quizá su libro más famoso sea Las venas abiertas de América Latina, ya era célebre, pero entró en la categoría de "más buscado" cuando Hugo Chávez se lo regaló a Obama ¿lo recordáis? Este del que hablo hoy no se aleja de su visión del mundo, todo lo contrario. Es difícil de clasificar porque no es novela, no es poesía, quizá podríamos decir que son mini-relatos, realmente mínimos en ocasiones. Son hechos sucedidos en realidad, pintadas vistas en alguno de sus múltiples viajes, reflexiones sobre acontecimientos puntuales, ... realmente extraño. Lo único que es incuestionable es su poesía implícita, su exquisita forma de utilizar el lenguaje para relatar esas cosas cotidianas, tan importantes. Todo lo cuestiona desde su prisma de voz doliente por los marginados, por los excluídos. Es, con todo, un libro sencillo de leer, quizá por la brevedad de sus escritos, por la manera crecana de contarlo todo. Si no sois muy lectores, es una de las mejores formas de engancharos a un buen escritor y a un buen libro. Cuando leáis el texto que os dejo, pensad que no se escribió durante esta crisis, ni siquiera al principio de ella, el libro fue publicado en  1989. Disfrutadlo.


"Los banqueros de la gran banquería del mundo, que practican el terrorismo de dinero, pueden más que los reyes y los mariscales y más que el propio Papa de Roma. Ellos jamás se ensucian las manos. No matan a nadie, se limitan a aplaudir el espectáculo.
Sus funcionarios, los tecnócratas internacionales, mandan en muchos países: ellos no son presidentes, ni ministros, ni han sido votados en ninguna elección, pero deciden el nivel de los salarios y del gasto público, las inversiones y las desinversiones, los precios, los impuestos, los intereses, los subsidios, la hora de salida del sol y la frescura de las lluvias.
No se ocupan, en cambio, de las cárceles, ni de las cámaras de tormentos, ni de los campos de concentración, ni de los centros de exterminio, aunque en esos lugares ocurren las inevitables consecuencias de sus actos.
Los tecnócratas reivindican el privilegio de la irresponsabilidad:
- Somos neutrales -dicen."

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Mantener la chusma a raya. Noam Chomsky.


Noam Chomsky es un intelectual norteamericano, de los más lúcidos y combativos que resisten hoy en día. Es un lingüista excelente, y ello le permite ser en sus escritos políticos, preciso y riguroso.
En el ámbito político se defne como anarcosindicalista, pero no un teórico, sino alguien informado, bien informado y, por tanto, crítico hasta la extenuación con su país, con el sistema capitalista, denunciando constantemente las manipulaciones y estrategias del poder establecido, las mentiras y los delitos que cometen los estados amparados en subterfugios.
En este libro, Chomsky nos advierte de la lucha denodada del poder para abortar cualquier manifestación de pensamiento crítico, de cuestionamiento por parte de los ciudadanos. Lo importante es desbaratar cualquier intento de protesta, de pensamiento libre. Sólo negándonos la posibilidad de pensar, serán capaces de manejarnos a su antojo. Y para que ello no suceda, nos impele a agruparnos, a juntarnos como sea, donde sea, a organizarnos y a resistir. Cualquier opción es válida: sindicatos, radios, revistas, tertulias, libros, cualquier cosa que nos haga pensar, que nos cuestione permanentemente a cerca del poder, que desbarate sus intentos de adormecernos con sus cánticos de sirena. Y sólo hay una opción: información, investigación, cuestionamiento, mentes libres, en definitiva.
Aquí encontraréis material abundante para replantearos todo "lo que ya sabemos", datos claros y concisos, el poder puesto delante de sus propias falacias.
Esto sí será un auténtico terremoto para vuestras cabezas. Disfrutadlo.

"D.B. ¿Por qué es importante mantener la chusma a raya?

N.C. Cualquier forma de concentración de poder, cualquiera que sea, no quiere verse constreñida a un control popular y democrático, o a una disciplina de mercado. Los sectores poderosos, incluídas las corporaciones ricas, se oponen naturalmente a una democracia efectiva, al igual que se oponen a un mercado efectivo, que funcione, por lo menos para sí mismas. Es natural. No quieren soportar controles extraños que constriñan su capacidad para tomar decisiones y su libre albedrío, lo que supone que las élites son extremadamente antidemocráticas.

D.B. ¿Y siempre ha sido así?

N.C. Siempre. Por supuesto hay que matizar que se favorecen ciertas formas de democracia, lo que habitualmente se llama "democracias formales". La teoría democrática moderna simplemente está más articulada y es más sofisticada que en el pasado. Los teóricos de este cuño opinan que el papel del pueblo, de los "ignorantes y entrometidos intrusos", como les llama Walter Lippman, sea el de mero espectador y el de participante. Que se limiten a ratificar las decisiones tomadas quién sabe dónde o a elegir entre los representantes de los sectores dominantes en lo que se denominan elecciones. Esa forma de democracia es válida y, sin duda, muy útil para cierta clase de grupos dominantes, básicamente los que existen en las sociedades de capitalismo de Estado y también para la emergente burguesía de hace uno o dos siglos. Por una parte tiene un efecto legitimizador, y por otra ofrece significativas opciones a los sectores más privilegiados, a veces llamados clase política o "los que toman las decisiones". Vienen a constituir un cuarto de la población en las sociedades ricas."


miércoles, 24 de noviembre de 2010

Veinte canciones de amor y una canción desesperada. Pablo Neruda.


Pablo Neruda, chileno, comunista, genial. Él, que tuvo tanto que ver en el nombre mi hermano, hasta ahí está imbricado en mi vida. Él que representó todo lo que yo admiro, que fue el mejor, la mejor voz, la mejor cabeza, el mejor corazón.
Poco que decir de él y de este libro. De él, sentir que se fuese viendo el monstruo que comenzaba a devorar su país. Del libro, no creo que nadie pueda sentirse ajeno a tal derroche de lirismo. Publicado cuando era muy joven, el homenaje no es para ninguna mujer particular, el amor es lo importante, lo sublime, lo deseable.
Os dejo con el último poema, el número 20, tendréis otros diecinueve y una canción final para disfrutar. A ello, pues.

" Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento parra tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo."



martes, 16 de noviembre de 2010

Pantaleón y las visitadoras. Mario Vargas Llosa.


Otro clásico, como Gabo, en cuanto a calidad literaria.
Tampoco necesitará presentación el autor de este libro. Amado y odiado con la misma intensidad. Escritor con ínfulas políticas en el peor sentido de la palabra. Precisamente por estas aficiones dejé de leerle durante mucho tiempo: craso error en el que juré no volver a caer. Es un escritor soberbio. Maneja el lenguaje a su antojo y, afortunadamente, siempre con una precisión admirable. Es imaginativo, locuaz, transgresor, ... Como veis, rendida me tiene su forma de escribir. Cuando me equivoco sé reconocerlo y justo es reconocer un talento como el suyo.
No obstante, mi admiración se queda en el aspecto literario, pues ni siquiera puedo soportar su voz cuando le entrevistan, ni sus opiniones políticas, en las antípodas de las mías.
En este caso y a pesar de sus posiciones personales, Vargas Llosa nos sitúa ante la hipocresía de una sociedad bienpensante, que intenta ocultar, que intenta tapar los instintos, que no acepta el sexo como necesidad, como disfrute, que desprecia y estigmatiza a las prostitutas, pero que las utiliza.
La trama gira entorno a Pantaleón Pantoja, un militar de conducta y moral irreprochables, al que sus superiores encargan la tarea de organizar un prostíbulo ambulante que "atienda" a los soldados destinados en lugares donde no hay mujeres.
La paradoja que supone que semejante encargo deba realizarlo un personaje de las características de Pantoja, es la primera de las hilarantes situaciones que se suceden a lo largo de todo el libro: la meticulosidad del Capitán en el desempeño de su encargo choca con el encargo en si mismo, con la personalidad de las prostitutas y del mundo que rodea a éstas.
Todo el libro esta atravesado por una fina ironia, poniendo ante el espejo permanentemente las convicciones del que lee.
Relamente tiene pasajes de auténtica carcajada. Aquí os dejo una muestra. Disfrutadlo.

"...—Si usted lo prefiere, puedo pedir hoy mismo mi traslado—palidece el capitán Pantoja—. Para demostrarle que no tengo ningún interés en el Servicio de Visitadoras.
—Vaya eufemismo que se han buscado los genios—taconea de espaldas, mirando el río que destella, las cabañas, la llanura de árboles el padre Beltrán—. Visitadoras, visitadoras.


—Nada de traslados, me mandarían otro intendente en una semana —vuelve a sentarse, a ventilarse, a enjugarse la calva el general Scavino—. De usted depende que esto no perjudique al Ejército. Tiene sobre los hombros una responsabilidad del tamaño de un volcán.


—Puede dormir tranquilo, mi general—endurece el cuerpo, echa atrás los hombros, mira al frente el capitán Pantoja—. El Ejército es lo que más respeto y quiero en la vida.


—La mejor manera que tiene ahora de servirlo, es manteniéndose alejado de él —suaviza el tono y ensaya una expresión amable el general Scavino—. Mientras esté al mando de ese Servicio, al menos.


—¿Perdón?—pestañea el capitán Pantoja—. ¿Cómo dice?


—No quiero que ponga los pies jamás en la Comandancia ni en los cuarteles de Iquitos—expone a las aspas zumbantes e invisibles la palma, el dorso de las manos el general Scavino—. Queda exceptuado de asistir a todos los actos oficiales, desfiles, tedéums. También de llevar uniforme. Vestirá únicamente de civil.


—¿Debo venir de paisano incluso a mi trabajo?—sigue pestañeando el capitán Pantoja.


—Su trabajo va a estar muy lejos de la Comandancia—lo observa con recelo, con consternación, con piedad el general Scavino—. No sea ingenuo, hombre. ¿Se le ocurre que le podría abrir una oficina aquí, para el tráfico que va a organizar? Le he afectado un depósito en las afueras de Iquitos, a orillas del río. Vaya siempre de paisano. Nadie debe enterarse que ese lugar tiene la menor vinculación con el Ejército. ¿Comprendido?


—Sí, mi general—sube y baja la cabeza el boquiabierto capitán Pantoja—. Sólo que, en fin, no me esperaba una cosa así. Va a ser, no sé, como cambiar de personalidad.


—Haga de cuenta que lo han destacado al Servicio de Inteligencia—abandona la ventana, se le acerca, le concede una sonrisa benevolente el comandante Beltrán—que su vida depende de su capacidad de pasar desapercibido.


—Trataré de adaptarme, mi general—balbucea el capitán Pantoja.


—Tampoco conviene que viva en la Villa Militar, así que búsquese una casita en la ciudad—desliza el pañuelo por sus cejas, orejas, labios y nariz el general Scavino—. Y le ruego que no tenga relación con los oficiales.


—¿Quiere decir relación amistosa, mi general?—se atora el capitán Pantoja.


—No va a ser amorosa—ríe o ronca o tose el padre Beltrán.


—Ya sé que es duro, le va a costar—asiente con amabilidad el general Scavino—. Pero no hay otra fórmula, Pantoja. Su misión lo pondrá en contacto con toda la ralea de la Amazonía. La única manera de evitar que eso rebote sobre la institución, es sacrificándose usted mismo.


—En resumidas cuentas, debo ocultar mi condición de oficial—divisa a lo lejos un niño desnudo que trepa a un árbol, una garza rosada y coja, un horizonte de matorrales que llamean el capitán Pantoja—. Vestir como un civil, juntarme con civiles, trabajar como civil.




—Pero pensar siempre como militar—da un golpecito en la mesa el general Scavino—. He designado un teniente para que nos sirva de enlace. Se verán una vez por semana y a través de él me rendirá cuenta de sus actividades.


—No se preocupe lo mas mínimo: seré una tumba—empuña el vaso de cerveza y dice salud el teniente Bacacorzo—. Estoy al tanto de todo, mi capitán. ¿Le parece bien que nos veamos los martes? He pensado que el punto de reunión fueran siempre barcitos, bulines. Ahora tendrá que frecuentar mucho estos ambientes ¿no?"

miércoles, 10 de noviembre de 2010

El amor en los tiempos del cólera. Gabriel García Márquez.



Vuelvo a Gabo, en realidad vuelvo continuamente, cada cierto tiempo necesito releer algo suyo. Parece que me tranquiliza saber que no he soñado tanta belleza.
Hoy también es una obra muy conocida, aunque para la mayoría lo sea por la película y no por el libro mismo. Particularmente no he visto la película, por una cuestión de principios: si me gusta el libro, no voy al cine, porque mis personajes ya tienen cara y los paisajes, los colores y el olor que yo he trabajado, todo lo que no sea eso, me perturba, me parece ver otra obra, que normalmente, no me gusta.
Me sorprende siempre la mezquindad del personaje Florentino Ariza: es absolutamente egoísta, supongo que por ello es capaz de amar absolutamente. No permite nunca que algo se interponga entre él y su objetivo de lograr a su amor primero. Para ello pisa y destroza a cuanta mujer se cruza en su camino si no resultan lo suficientemente fuertes para resistir la lucha.
Son también, como en otras obras de él, personajes femeninos, las más fuertes, las más libres, las más decididas: frente a hombres pequeños, acobardados, aparecen mujeres sin prejuicios, sin ataduras, llevando el peso de sus vidas y las de ellos.
Vuelve a ser difícil elegir un fragmento porque los hay realmente gloriosos, pasajes del realismo mas mágico que se haya escrito. El que he escogido podría haber sido cualquier otro, es un libro absolutamente delicioso, con descripciones y diálogos envolventes. Disfrutadlo, como siempre.

"...Florentino Ariza era muy dado a los encantos de la desnudez, y ella le quitaba la ropa con un deleite cierto tan pronto como cerraba la puerta, sin darle tiempo si quiera de saludarla, ni de quitarse el sombrero ni los lentes, besándolo y dejándose besar con besos desgranados, y soltándole los botones de abajo hacia arriba, primero los de la bragueta, uno por uno después de cada beso, luego la hebilla del cinturón, y por último el chaleco y la camisa, hasta dejarlo como un pescado vivo abierto en canal. Después lo sentaba en la sala, le quitaba las botas, le tiraba los pantalones por los perniles para quitárselos al mismo tiempo que los calzoncillos largos hasta los tobillos, y por último le desabrochaba las ligas elásticas de las pantorrillas y le quitaba las medias. Florentino Ariza dejaba entonces de besarla y de dejarse besar, para hacer lo único que le correspondía en aquella ceremonia puntual: soltaba el reloj de leontina del ojal del chaleco y se quitaba los lentes, y metía ambas cosas en las botas para estar seguro de no olvidarlas. Siempre tomó esa precaución, siempre sin falta, cuando se desnudaba en casa ajena.

 
No bien acababa de hacerlo cuando ella lo asaltaba sin darle tiempo de nada, ya fuera en el mismo sofá donde acababa de desnudarlo, y sólo de vez en cuando en la cama. Se le metía debajo, y se apoderaba de todo él para toda ella, encerrada dentro de sí misma, tanteando con los ojos cerrados en su absoluta oscuridad interior, avanzando por aquí, retrocediendo, corrigiendo su rumbo invisible, intentando otra vía más intensa, intentando otra forma de andar sin naufragar en la marisma de mucílago que fluía de su vientre, preguntándose y contestándose a sí misma con un zumbido de moscardón en su jerga nativa dónde estaba ese algo en las tinieblas que sólo ella conocía y ansiaba sólo para ella, hasta que sucumbía sin esperar a nadie, se desbarrancaba sola en su abismo con una explosión jubilosa de victoria total que hacía temblar el mundo. Florentino Ariza se quedaba exhausto, incompleto, flotando en el charco de sudores de ambos, pero con la impresión de no ser más que un instrumento de gozo. Decía: “me tratas como si fuera uno más”. Ella soltaba una risa de hembra libre,. Y decía:”al contrario: como si fueras uno menos!”. Pues él se quedaba con la impresión de que todo se lo llevaba ella con una voracidad mezquina, y se le revolvía el orgullo y salía de la casa con la determinación de no volver. Pero de pronto, despertaba sin causa, con la lucidez tremenda de la soledad en medio de la noche, y el recuerdo del amor ensimismado de Ausencia Santander se le revelaba como lo que él era: una trampa de la felicidad que él aborrecía y anhelaba al mismo tiempo, pero de la cual era imposible escapar."

lunes, 21 de junio de 2010

Ensayo sobre la ceguera. José Saramago.

"Entraré en la nada y me disoveré en ella" (José Saramago)


 

Quizá es una sugerencia demasiado obvia. Nos falta Saramago desde hace pocos días y ya parece eterno este tiempo sin él. Portuñol, que me gusta decir que era: así decía un amigo a esa lengua mezclada de castellano y portugués y así me pareció siempre él: de aquí y de allí, a pesar de la mezquindad de algunos, de todos los sitios: palestino, saharaui, mejicano, ... ¿dónde encontrar un desarrapado que no compartiese su aliento? No soy objetiva casi nunca, pero en el caso de él, aún puedo serlo menos. Se aprovechó de su fama, de su repercusión para dar voz a los que no la tenían, y hoy son, somos todos un poco más pobres, un poco más tristes y hace más frío, mucho más frío.
He escogido este Ensayo sobre la ceguera, porque lo leí hace poquito y lo tengo fresco. Me divertí mucho leyéndolo porque coincidió en el tiempo con la locura de la "gripe A" y, en muchos momentos, no sabía si estaba leyendo una crónica periodística y o el libro. ¡Qué bien nos conoce! ¡Qué bien atina a describirnos, a describir esta sociedad histérica, absurda, loca! Él no juzga, sólo cuenta y nos cuenta la fragilidad de este montaje que hemos urdido entre todos, todo puede cambiar de pronto y no podremos hacer nada por evitarlo: ahora puede ir mejor, ahora peor: el destino.
Como siempre, os reproduzco un pequeño fragmento, espero que deseeis leer el resto si aún no lo habéis hecho. Disfrutadlo.

"... En aquel mismo instante se oyó una voz fuerte y seca, de alguien, por el tono, habituado a dar órdenes. Venía de un altavoz colocado encima de la puerta por la que habían entrado, la palabra Atención fue pronunciada tres veces, luego empezó la voz, El Gobierno lamenta haberse visto forzado a ejercer enérgicamente lo que considera su derecho y su deber, proteger por todos los medios a su alcance a la población en la crisis que estamos atravesando, cuando parece comprobarse algo semejante a un brote epidémico de ceguera, provisionalmente llamado mal blanco, y desearía contar con el civismo y la colaboración de todos los ciudadanos para limitar la propagación del contagio, en el supuesto de que se trate de un contagio y no de una serie de coincidencias por ahora inexplicables. La decisión de reunir en un mismo lugar a los afectados por el mal, y en un lugar próximo, pero separado, a aquellos con los que mantuvieron algún tipo de contacto, no ha sido tomada sin ponderar seriamente las consecuencias. El Gobierno conoce plenamente sus responsabilidades, y espera que aquellos a quienes se dirige este mensaje asuman también, como ciudadanos conscientes que sin duda son, las responsabilidades que les corresponden, pensando que el aislamiento en que ahora se encuentran representará, por encima de cualquier otra consideración personal, un acto de solidaridad para con el resto de la comunidad nacional. Dicho esto, pedimos la atención de todos hacia las instrucciones siguientes, primero, las luces se mantendrán siempre encendidas y será inútil cualquier tentativa de manipular los interruptores, que por otra parte no funcionan, segundo, abandonar el edificio sin autorización supondrá la muerte inmediata de quien lo intente, tercero, en cada sala hay un teléfono que sólo podrá ser utilizado para solicitar del exterior la reposición de productos de higiene y limpieza, cuarto, los internos lavarán manualmente sus ropas, quinto, se recomienda la elección de responsables de sala, se trata de una recomendación, no de una orden, los internos se organizarán como crean conveniente, a condición de que cumplan las reglas anteriores y las que seguidamente vamos a enunciar, sexto, tres veces al día se depositarán cajas con comida en la puerta de la entrada, a la derecha y a la izquierda, destinadas, respectivamente, a los pacientes y a los posibles contagiados, séptimo, todos los restos deberán ser quemados, considerándose restos, a todo efecto, aparte de la comida sobrante, las cajas, los platos, los cubiertos, que están fabricados con material combustible, octavo, la quema deberá ser efectuada en los patios interiores del edificio o en el cercado, noveno, los internos son responsables de las cansecuencias negativas de la quema, décimo, en caso de incendio, sea éste fortuito o intencionado, los bomberos no intervendrán, undécimo, tampoco deberán contar los internos con ningún tipo de intervención exterior, en el supuesto de que sufran cualquier otra dolencia, y tampoco en el caso de que haya entre ellos agresiones o desórdenes, duodécimo, en caso de muerte, cualquiera que sea la causa, los internos enterrarán sin formalidades el cadáver en el cercado, decimotercero, la comunicación entre el ala de los pacientes y el ala de los posibles contagiados se hará por el cuerpo central del edificio, el mismo por el que han entrado, decimocuarto, los contagiados que se queden ciegos se incorporarán inmediatamente al ala segunda, en la que están los invidentes, decimoquinto, esta comunicación será repetida todos los días, a esta misma hora, para conocimiento de los nuevos ingresados. El Gobierno y la Nación esperan que todos cumplan con su deber. Buenas noches"



martes, 1 de junio de 2010

Anillos para una dama. Antonio Gala.



Quizá Gala es más conocido por cosas que no tienen que ver con sus escritos. Es uno de los escritores más comprometidos con sus ideas. Rebelde, mordaz, inquieto, inusual, ... Apostó por un NO a la OTAN, apostó por la amistad hispano-árabe, apostó por una vida francamente nada convencional. Pareciera un perdedor, pero es grande y sereno. Es culto, tranquilo, inteligente y además de su vida, merece la pena su obra.
Anillos para una dama, es una visión desde el otro lado de la figura del Cid, o quizá, mejor, de la figura de Jimena, su esposa. Plantea una Jimena harta del mito, sobre todo de estar casda (viuda, en la obra) con el mito. Casada por conveniencia, enamorada ahora y presa de la sociedad bienpensante. Ávida de libertad, de amor, encerrada en su esperado dolor. Incomprendida por todos, los suyos y los otros. Rodeada de personajes todavía gobernados, dos años depués de su muerte, por ese omnipresente Cid Campeador.
Representa el absurdo de las convenciones y cómo pueden atenazar la vida, pero también el absurdo de esos héroes que nos salvan, quizá a nuestro pesar, que nadie reclama, que son sólo, como dice, un paréntesis que sólo sirve para entorpecer la lectura.
Está escrita como obra de teatro y, la atmósfera que crea, siempre pendiente de subrayar la atemporalidad de los diálogos, hacen que de veras, se nos olvide cuándo puede estar sucediendo, sólo pendientes del drama de una mujer amante, cautiva, sola.
Aquí os dejo un pequeño fragmento. Disfrutadlo.


"JIMENA.- ¡El ceñidor de la sultana ! Vale lo que toda Valencia… El verdadero tesoro del rey Alcadir… Regalos buenos sí que me hizo tu padre, la verdad. Hubiera estado orgulloso de verme entrar con él por las puertas de la catedral esta mañana. Siempre le gustó que fuese bien vestida… (A CONSTANZA.) Yo creo que le gustaba más vestida… (A MARÍA.) tu primo Minaya elegía los trajes y me los llevaba hasta Cardeña. Pero tu padre pagaba las facturas, eso sí. (Otro tono.) ¿Te acuerdas tú de San Pedro de Cardeña?


CONSTANZA.- (Mientras ordena la ropa.) ¡No ha de acordarse! ¡Ni que fuese tonta! Si era ya una mujer... Se casaron con los Infantes de Carrión al año y medio de salir de allí.

JIMENA.- (Divertida en el fondo.) ¡Hala! ¡Vaya mañana que lleváis el obispo y tú! De esas bodas no se habla... (Se acerca a MARÍA, le levanta la cara, le acaricia el entrecejo.) Entonces no tenías esta arruguilla que se te ha hecho aquí.

MARÍA.- (Apartándose.) Deja, mamá.

JIMENA.- (Un poco obsesiva.) ¿Qué te pasa, María? ¿Es que no eres feliz con tu marido?

MARÍA.- ¡Qué cosas tienes! Qué tendrá que ver mi marido con mi entrecejo... ¿Ni qué es eso de ser feliz con el marido?
JIMENA.- (A CONSTANZA.) Explícaselo tú, anda... Constanza, como sólo estuvo casada una semana, ha tenido mucho tiempo para imaginarse qué es ser feliz con el marido. Yo, mientras esperaba al mío, he perdido la vida. No sé qué es... (A CONSTANZA.) Díselo, díselo..."