Esto es el principio de un sueño. De mi sueño de libros y libertad. Este Ángel que me sigue, tan terrenal, tan cercano, velará para que se realice. No dejará que me pierda en el marasmo de las cosas sin valor, en la nada de la memoria perdida. Vigilará para que nada me distraiga ni me confunda, para que no abandone ni mis ilusiones de niña, ni mis utopías adolescentes. Esto es el principio de mi sueño y mi futuro.

martes, 1 de junio de 2010

Anillos para una dama. Antonio Gala.



Quizá Gala es más conocido por cosas que no tienen que ver con sus escritos. Es uno de los escritores más comprometidos con sus ideas. Rebelde, mordaz, inquieto, inusual, ... Apostó por un NO a la OTAN, apostó por la amistad hispano-árabe, apostó por una vida francamente nada convencional. Pareciera un perdedor, pero es grande y sereno. Es culto, tranquilo, inteligente y además de su vida, merece la pena su obra.
Anillos para una dama, es una visión desde el otro lado de la figura del Cid, o quizá, mejor, de la figura de Jimena, su esposa. Plantea una Jimena harta del mito, sobre todo de estar casda (viuda, en la obra) con el mito. Casada por conveniencia, enamorada ahora y presa de la sociedad bienpensante. Ávida de libertad, de amor, encerrada en su esperado dolor. Incomprendida por todos, los suyos y los otros. Rodeada de personajes todavía gobernados, dos años depués de su muerte, por ese omnipresente Cid Campeador.
Representa el absurdo de las convenciones y cómo pueden atenazar la vida, pero también el absurdo de esos héroes que nos salvan, quizá a nuestro pesar, que nadie reclama, que son sólo, como dice, un paréntesis que sólo sirve para entorpecer la lectura.
Está escrita como obra de teatro y, la atmósfera que crea, siempre pendiente de subrayar la atemporalidad de los diálogos, hacen que de veras, se nos olvide cuándo puede estar sucediendo, sólo pendientes del drama de una mujer amante, cautiva, sola.
Aquí os dejo un pequeño fragmento. Disfrutadlo.


"JIMENA.- ¡El ceñidor de la sultana ! Vale lo que toda Valencia… El verdadero tesoro del rey Alcadir… Regalos buenos sí que me hizo tu padre, la verdad. Hubiera estado orgulloso de verme entrar con él por las puertas de la catedral esta mañana. Siempre le gustó que fuese bien vestida… (A CONSTANZA.) Yo creo que le gustaba más vestida… (A MARÍA.) tu primo Minaya elegía los trajes y me los llevaba hasta Cardeña. Pero tu padre pagaba las facturas, eso sí. (Otro tono.) ¿Te acuerdas tú de San Pedro de Cardeña?


CONSTANZA.- (Mientras ordena la ropa.) ¡No ha de acordarse! ¡Ni que fuese tonta! Si era ya una mujer... Se casaron con los Infantes de Carrión al año y medio de salir de allí.

JIMENA.- (Divertida en el fondo.) ¡Hala! ¡Vaya mañana que lleváis el obispo y tú! De esas bodas no se habla... (Se acerca a MARÍA, le levanta la cara, le acaricia el entrecejo.) Entonces no tenías esta arruguilla que se te ha hecho aquí.

MARÍA.- (Apartándose.) Deja, mamá.

JIMENA.- (Un poco obsesiva.) ¿Qué te pasa, María? ¿Es que no eres feliz con tu marido?

MARÍA.- ¡Qué cosas tienes! Qué tendrá que ver mi marido con mi entrecejo... ¿Ni qué es eso de ser feliz con el marido?
JIMENA.- (A CONSTANZA.) Explícaselo tú, anda... Constanza, como sólo estuvo casada una semana, ha tenido mucho tiempo para imaginarse qué es ser feliz con el marido. Yo, mientras esperaba al mío, he perdido la vida. No sé qué es... (A CONSTANZA.) Díselo, díselo..."

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