Esto es el principio de un sueño. De mi sueño de libros y libertad. Este Ángel que me sigue, tan terrenal, tan cercano, velará para que se realice. No dejará que me pierda en el marasmo de las cosas sin valor, en la nada de la memoria perdida. Vigilará para que nada me distraiga ni me confunda, para que no abandone ni mis ilusiones de niña, ni mis utopías adolescentes. Esto es el principio de mi sueño y mi futuro.

viernes, 17 de diciembre de 2010

El libro de los abrazos. Eduardo Galeano.


Eduardo Galeano es un escritor uruguayo, probablemente de los mejores del continente americano. Tiene un compromiso político activo y evidente desde hace muchísimos años que le llevó al exilio en España, puesto que incluso Videla lo puso en su punto de mira durante la dictadura argentina. Quizá su libro más famoso sea Las venas abiertas de América Latina, ya era célebre, pero entró en la categoría de "más buscado" cuando Hugo Chávez se lo regaló a Obama ¿lo recordáis? Este del que hablo hoy no se aleja de su visión del mundo, todo lo contrario. Es difícil de clasificar porque no es novela, no es poesía, quizá podríamos decir que son mini-relatos, realmente mínimos en ocasiones. Son hechos sucedidos en realidad, pintadas vistas en alguno de sus múltiples viajes, reflexiones sobre acontecimientos puntuales, ... realmente extraño. Lo único que es incuestionable es su poesía implícita, su exquisita forma de utilizar el lenguaje para relatar esas cosas cotidianas, tan importantes. Todo lo cuestiona desde su prisma de voz doliente por los marginados, por los excluídos. Es, con todo, un libro sencillo de leer, quizá por la brevedad de sus escritos, por la manera crecana de contarlo todo. Si no sois muy lectores, es una de las mejores formas de engancharos a un buen escritor y a un buen libro. Cuando leáis el texto que os dejo, pensad que no se escribió durante esta crisis, ni siquiera al principio de ella, el libro fue publicado en  1989. Disfrutadlo.


"Los banqueros de la gran banquería del mundo, que practican el terrorismo de dinero, pueden más que los reyes y los mariscales y más que el propio Papa de Roma. Ellos jamás se ensucian las manos. No matan a nadie, se limitan a aplaudir el espectáculo.
Sus funcionarios, los tecnócratas internacionales, mandan en muchos países: ellos no son presidentes, ni ministros, ni han sido votados en ninguna elección, pero deciden el nivel de los salarios y del gasto público, las inversiones y las desinversiones, los precios, los impuestos, los intereses, los subsidios, la hora de salida del sol y la frescura de las lluvias.
No se ocupan, en cambio, de las cárceles, ni de las cámaras de tormentos, ni de los campos de concentración, ni de los centros de exterminio, aunque en esos lugares ocurren las inevitables consecuencias de sus actos.
Los tecnócratas reivindican el privilegio de la irresponsabilidad:
- Somos neutrales -dicen."

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Mantener la chusma a raya. Noam Chomsky.


Noam Chomsky es un intelectual norteamericano, de los más lúcidos y combativos que resisten hoy en día. Es un lingüista excelente, y ello le permite ser en sus escritos políticos, preciso y riguroso.
En el ámbito político se defne como anarcosindicalista, pero no un teórico, sino alguien informado, bien informado y, por tanto, crítico hasta la extenuación con su país, con el sistema capitalista, denunciando constantemente las manipulaciones y estrategias del poder establecido, las mentiras y los delitos que cometen los estados amparados en subterfugios.
En este libro, Chomsky nos advierte de la lucha denodada del poder para abortar cualquier manifestación de pensamiento crítico, de cuestionamiento por parte de los ciudadanos. Lo importante es desbaratar cualquier intento de protesta, de pensamiento libre. Sólo negándonos la posibilidad de pensar, serán capaces de manejarnos a su antojo. Y para que ello no suceda, nos impele a agruparnos, a juntarnos como sea, donde sea, a organizarnos y a resistir. Cualquier opción es válida: sindicatos, radios, revistas, tertulias, libros, cualquier cosa que nos haga pensar, que nos cuestione permanentemente a cerca del poder, que desbarate sus intentos de adormecernos con sus cánticos de sirena. Y sólo hay una opción: información, investigación, cuestionamiento, mentes libres, en definitiva.
Aquí encontraréis material abundante para replantearos todo "lo que ya sabemos", datos claros y concisos, el poder puesto delante de sus propias falacias.
Esto sí será un auténtico terremoto para vuestras cabezas. Disfrutadlo.

"D.B. ¿Por qué es importante mantener la chusma a raya?

N.C. Cualquier forma de concentración de poder, cualquiera que sea, no quiere verse constreñida a un control popular y democrático, o a una disciplina de mercado. Los sectores poderosos, incluídas las corporaciones ricas, se oponen naturalmente a una democracia efectiva, al igual que se oponen a un mercado efectivo, que funcione, por lo menos para sí mismas. Es natural. No quieren soportar controles extraños que constriñan su capacidad para tomar decisiones y su libre albedrío, lo que supone que las élites son extremadamente antidemocráticas.

D.B. ¿Y siempre ha sido así?

N.C. Siempre. Por supuesto hay que matizar que se favorecen ciertas formas de democracia, lo que habitualmente se llama "democracias formales". La teoría democrática moderna simplemente está más articulada y es más sofisticada que en el pasado. Los teóricos de este cuño opinan que el papel del pueblo, de los "ignorantes y entrometidos intrusos", como les llama Walter Lippman, sea el de mero espectador y el de participante. Que se limiten a ratificar las decisiones tomadas quién sabe dónde o a elegir entre los representantes de los sectores dominantes en lo que se denominan elecciones. Esa forma de democracia es válida y, sin duda, muy útil para cierta clase de grupos dominantes, básicamente los que existen en las sociedades de capitalismo de Estado y también para la emergente burguesía de hace uno o dos siglos. Por una parte tiene un efecto legitimizador, y por otra ofrece significativas opciones a los sectores más privilegiados, a veces llamados clase política o "los que toman las decisiones". Vienen a constituir un cuarto de la población en las sociedades ricas."


miércoles, 24 de noviembre de 2010

Veinte canciones de amor y una canción desesperada. Pablo Neruda.


Pablo Neruda, chileno, comunista, genial. Él, que tuvo tanto que ver en el nombre mi hermano, hasta ahí está imbricado en mi vida. Él que representó todo lo que yo admiro, que fue el mejor, la mejor voz, la mejor cabeza, el mejor corazón.
Poco que decir de él y de este libro. De él, sentir que se fuese viendo el monstruo que comenzaba a devorar su país. Del libro, no creo que nadie pueda sentirse ajeno a tal derroche de lirismo. Publicado cuando era muy joven, el homenaje no es para ninguna mujer particular, el amor es lo importante, lo sublime, lo deseable.
Os dejo con el último poema, el número 20, tendréis otros diecinueve y una canción final para disfrutar. A ello, pues.

" Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento parra tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo."



martes, 16 de noviembre de 2010

Pantaleón y las visitadoras. Mario Vargas Llosa.


Otro clásico, como Gabo, en cuanto a calidad literaria.
Tampoco necesitará presentación el autor de este libro. Amado y odiado con la misma intensidad. Escritor con ínfulas políticas en el peor sentido de la palabra. Precisamente por estas aficiones dejé de leerle durante mucho tiempo: craso error en el que juré no volver a caer. Es un escritor soberbio. Maneja el lenguaje a su antojo y, afortunadamente, siempre con una precisión admirable. Es imaginativo, locuaz, transgresor, ... Como veis, rendida me tiene su forma de escribir. Cuando me equivoco sé reconocerlo y justo es reconocer un talento como el suyo.
No obstante, mi admiración se queda en el aspecto literario, pues ni siquiera puedo soportar su voz cuando le entrevistan, ni sus opiniones políticas, en las antípodas de las mías.
En este caso y a pesar de sus posiciones personales, Vargas Llosa nos sitúa ante la hipocresía de una sociedad bienpensante, que intenta ocultar, que intenta tapar los instintos, que no acepta el sexo como necesidad, como disfrute, que desprecia y estigmatiza a las prostitutas, pero que las utiliza.
La trama gira entorno a Pantaleón Pantoja, un militar de conducta y moral irreprochables, al que sus superiores encargan la tarea de organizar un prostíbulo ambulante que "atienda" a los soldados destinados en lugares donde no hay mujeres.
La paradoja que supone que semejante encargo deba realizarlo un personaje de las características de Pantoja, es la primera de las hilarantes situaciones que se suceden a lo largo de todo el libro: la meticulosidad del Capitán en el desempeño de su encargo choca con el encargo en si mismo, con la personalidad de las prostitutas y del mundo que rodea a éstas.
Todo el libro esta atravesado por una fina ironia, poniendo ante el espejo permanentemente las convicciones del que lee.
Relamente tiene pasajes de auténtica carcajada. Aquí os dejo una muestra. Disfrutadlo.

"...—Si usted lo prefiere, puedo pedir hoy mismo mi traslado—palidece el capitán Pantoja—. Para demostrarle que no tengo ningún interés en el Servicio de Visitadoras.
—Vaya eufemismo que se han buscado los genios—taconea de espaldas, mirando el río que destella, las cabañas, la llanura de árboles el padre Beltrán—. Visitadoras, visitadoras.


—Nada de traslados, me mandarían otro intendente en una semana —vuelve a sentarse, a ventilarse, a enjugarse la calva el general Scavino—. De usted depende que esto no perjudique al Ejército. Tiene sobre los hombros una responsabilidad del tamaño de un volcán.


—Puede dormir tranquilo, mi general—endurece el cuerpo, echa atrás los hombros, mira al frente el capitán Pantoja—. El Ejército es lo que más respeto y quiero en la vida.


—La mejor manera que tiene ahora de servirlo, es manteniéndose alejado de él —suaviza el tono y ensaya una expresión amable el general Scavino—. Mientras esté al mando de ese Servicio, al menos.


—¿Perdón?—pestañea el capitán Pantoja—. ¿Cómo dice?


—No quiero que ponga los pies jamás en la Comandancia ni en los cuarteles de Iquitos—expone a las aspas zumbantes e invisibles la palma, el dorso de las manos el general Scavino—. Queda exceptuado de asistir a todos los actos oficiales, desfiles, tedéums. También de llevar uniforme. Vestirá únicamente de civil.


—¿Debo venir de paisano incluso a mi trabajo?—sigue pestañeando el capitán Pantoja.


—Su trabajo va a estar muy lejos de la Comandancia—lo observa con recelo, con consternación, con piedad el general Scavino—. No sea ingenuo, hombre. ¿Se le ocurre que le podría abrir una oficina aquí, para el tráfico que va a organizar? Le he afectado un depósito en las afueras de Iquitos, a orillas del río. Vaya siempre de paisano. Nadie debe enterarse que ese lugar tiene la menor vinculación con el Ejército. ¿Comprendido?


—Sí, mi general—sube y baja la cabeza el boquiabierto capitán Pantoja—. Sólo que, en fin, no me esperaba una cosa así. Va a ser, no sé, como cambiar de personalidad.


—Haga de cuenta que lo han destacado al Servicio de Inteligencia—abandona la ventana, se le acerca, le concede una sonrisa benevolente el comandante Beltrán—que su vida depende de su capacidad de pasar desapercibido.


—Trataré de adaptarme, mi general—balbucea el capitán Pantoja.


—Tampoco conviene que viva en la Villa Militar, así que búsquese una casita en la ciudad—desliza el pañuelo por sus cejas, orejas, labios y nariz el general Scavino—. Y le ruego que no tenga relación con los oficiales.


—¿Quiere decir relación amistosa, mi general?—se atora el capitán Pantoja.


—No va a ser amorosa—ríe o ronca o tose el padre Beltrán.


—Ya sé que es duro, le va a costar—asiente con amabilidad el general Scavino—. Pero no hay otra fórmula, Pantoja. Su misión lo pondrá en contacto con toda la ralea de la Amazonía. La única manera de evitar que eso rebote sobre la institución, es sacrificándose usted mismo.


—En resumidas cuentas, debo ocultar mi condición de oficial—divisa a lo lejos un niño desnudo que trepa a un árbol, una garza rosada y coja, un horizonte de matorrales que llamean el capitán Pantoja—. Vestir como un civil, juntarme con civiles, trabajar como civil.




—Pero pensar siempre como militar—da un golpecito en la mesa el general Scavino—. He designado un teniente para que nos sirva de enlace. Se verán una vez por semana y a través de él me rendirá cuenta de sus actividades.


—No se preocupe lo mas mínimo: seré una tumba—empuña el vaso de cerveza y dice salud el teniente Bacacorzo—. Estoy al tanto de todo, mi capitán. ¿Le parece bien que nos veamos los martes? He pensado que el punto de reunión fueran siempre barcitos, bulines. Ahora tendrá que frecuentar mucho estos ambientes ¿no?"

miércoles, 10 de noviembre de 2010

El amor en los tiempos del cólera. Gabriel García Márquez.



Vuelvo a Gabo, en realidad vuelvo continuamente, cada cierto tiempo necesito releer algo suyo. Parece que me tranquiliza saber que no he soñado tanta belleza.
Hoy también es una obra muy conocida, aunque para la mayoría lo sea por la película y no por el libro mismo. Particularmente no he visto la película, por una cuestión de principios: si me gusta el libro, no voy al cine, porque mis personajes ya tienen cara y los paisajes, los colores y el olor que yo he trabajado, todo lo que no sea eso, me perturba, me parece ver otra obra, que normalmente, no me gusta.
Me sorprende siempre la mezquindad del personaje Florentino Ariza: es absolutamente egoísta, supongo que por ello es capaz de amar absolutamente. No permite nunca que algo se interponga entre él y su objetivo de lograr a su amor primero. Para ello pisa y destroza a cuanta mujer se cruza en su camino si no resultan lo suficientemente fuertes para resistir la lucha.
Son también, como en otras obras de él, personajes femeninos, las más fuertes, las más libres, las más decididas: frente a hombres pequeños, acobardados, aparecen mujeres sin prejuicios, sin ataduras, llevando el peso de sus vidas y las de ellos.
Vuelve a ser difícil elegir un fragmento porque los hay realmente gloriosos, pasajes del realismo mas mágico que se haya escrito. El que he escogido podría haber sido cualquier otro, es un libro absolutamente delicioso, con descripciones y diálogos envolventes. Disfrutadlo, como siempre.

"...Florentino Ariza era muy dado a los encantos de la desnudez, y ella le quitaba la ropa con un deleite cierto tan pronto como cerraba la puerta, sin darle tiempo si quiera de saludarla, ni de quitarse el sombrero ni los lentes, besándolo y dejándose besar con besos desgranados, y soltándole los botones de abajo hacia arriba, primero los de la bragueta, uno por uno después de cada beso, luego la hebilla del cinturón, y por último el chaleco y la camisa, hasta dejarlo como un pescado vivo abierto en canal. Después lo sentaba en la sala, le quitaba las botas, le tiraba los pantalones por los perniles para quitárselos al mismo tiempo que los calzoncillos largos hasta los tobillos, y por último le desabrochaba las ligas elásticas de las pantorrillas y le quitaba las medias. Florentino Ariza dejaba entonces de besarla y de dejarse besar, para hacer lo único que le correspondía en aquella ceremonia puntual: soltaba el reloj de leontina del ojal del chaleco y se quitaba los lentes, y metía ambas cosas en las botas para estar seguro de no olvidarlas. Siempre tomó esa precaución, siempre sin falta, cuando se desnudaba en casa ajena.

 
No bien acababa de hacerlo cuando ella lo asaltaba sin darle tiempo de nada, ya fuera en el mismo sofá donde acababa de desnudarlo, y sólo de vez en cuando en la cama. Se le metía debajo, y se apoderaba de todo él para toda ella, encerrada dentro de sí misma, tanteando con los ojos cerrados en su absoluta oscuridad interior, avanzando por aquí, retrocediendo, corrigiendo su rumbo invisible, intentando otra vía más intensa, intentando otra forma de andar sin naufragar en la marisma de mucílago que fluía de su vientre, preguntándose y contestándose a sí misma con un zumbido de moscardón en su jerga nativa dónde estaba ese algo en las tinieblas que sólo ella conocía y ansiaba sólo para ella, hasta que sucumbía sin esperar a nadie, se desbarrancaba sola en su abismo con una explosión jubilosa de victoria total que hacía temblar el mundo. Florentino Ariza se quedaba exhausto, incompleto, flotando en el charco de sudores de ambos, pero con la impresión de no ser más que un instrumento de gozo. Decía: “me tratas como si fuera uno más”. Ella soltaba una risa de hembra libre,. Y decía:”al contrario: como si fueras uno menos!”. Pues él se quedaba con la impresión de que todo se lo llevaba ella con una voracidad mezquina, y se le revolvía el orgullo y salía de la casa con la determinación de no volver. Pero de pronto, despertaba sin causa, con la lucidez tremenda de la soledad en medio de la noche, y el recuerdo del amor ensimismado de Ausencia Santander se le revelaba como lo que él era: una trampa de la felicidad que él aborrecía y anhelaba al mismo tiempo, pero de la cual era imposible escapar."

lunes, 21 de junio de 2010

Ensayo sobre la ceguera. José Saramago.

"Entraré en la nada y me disoveré en ella" (José Saramago)


 

Quizá es una sugerencia demasiado obvia. Nos falta Saramago desde hace pocos días y ya parece eterno este tiempo sin él. Portuñol, que me gusta decir que era: así decía un amigo a esa lengua mezclada de castellano y portugués y así me pareció siempre él: de aquí y de allí, a pesar de la mezquindad de algunos, de todos los sitios: palestino, saharaui, mejicano, ... ¿dónde encontrar un desarrapado que no compartiese su aliento? No soy objetiva casi nunca, pero en el caso de él, aún puedo serlo menos. Se aprovechó de su fama, de su repercusión para dar voz a los que no la tenían, y hoy son, somos todos un poco más pobres, un poco más tristes y hace más frío, mucho más frío.
He escogido este Ensayo sobre la ceguera, porque lo leí hace poquito y lo tengo fresco. Me divertí mucho leyéndolo porque coincidió en el tiempo con la locura de la "gripe A" y, en muchos momentos, no sabía si estaba leyendo una crónica periodística y o el libro. ¡Qué bien nos conoce! ¡Qué bien atina a describirnos, a describir esta sociedad histérica, absurda, loca! Él no juzga, sólo cuenta y nos cuenta la fragilidad de este montaje que hemos urdido entre todos, todo puede cambiar de pronto y no podremos hacer nada por evitarlo: ahora puede ir mejor, ahora peor: el destino.
Como siempre, os reproduzco un pequeño fragmento, espero que deseeis leer el resto si aún no lo habéis hecho. Disfrutadlo.

"... En aquel mismo instante se oyó una voz fuerte y seca, de alguien, por el tono, habituado a dar órdenes. Venía de un altavoz colocado encima de la puerta por la que habían entrado, la palabra Atención fue pronunciada tres veces, luego empezó la voz, El Gobierno lamenta haberse visto forzado a ejercer enérgicamente lo que considera su derecho y su deber, proteger por todos los medios a su alcance a la población en la crisis que estamos atravesando, cuando parece comprobarse algo semejante a un brote epidémico de ceguera, provisionalmente llamado mal blanco, y desearía contar con el civismo y la colaboración de todos los ciudadanos para limitar la propagación del contagio, en el supuesto de que se trate de un contagio y no de una serie de coincidencias por ahora inexplicables. La decisión de reunir en un mismo lugar a los afectados por el mal, y en un lugar próximo, pero separado, a aquellos con los que mantuvieron algún tipo de contacto, no ha sido tomada sin ponderar seriamente las consecuencias. El Gobierno conoce plenamente sus responsabilidades, y espera que aquellos a quienes se dirige este mensaje asuman también, como ciudadanos conscientes que sin duda son, las responsabilidades que les corresponden, pensando que el aislamiento en que ahora se encuentran representará, por encima de cualquier otra consideración personal, un acto de solidaridad para con el resto de la comunidad nacional. Dicho esto, pedimos la atención de todos hacia las instrucciones siguientes, primero, las luces se mantendrán siempre encendidas y será inútil cualquier tentativa de manipular los interruptores, que por otra parte no funcionan, segundo, abandonar el edificio sin autorización supondrá la muerte inmediata de quien lo intente, tercero, en cada sala hay un teléfono que sólo podrá ser utilizado para solicitar del exterior la reposición de productos de higiene y limpieza, cuarto, los internos lavarán manualmente sus ropas, quinto, se recomienda la elección de responsables de sala, se trata de una recomendación, no de una orden, los internos se organizarán como crean conveniente, a condición de que cumplan las reglas anteriores y las que seguidamente vamos a enunciar, sexto, tres veces al día se depositarán cajas con comida en la puerta de la entrada, a la derecha y a la izquierda, destinadas, respectivamente, a los pacientes y a los posibles contagiados, séptimo, todos los restos deberán ser quemados, considerándose restos, a todo efecto, aparte de la comida sobrante, las cajas, los platos, los cubiertos, que están fabricados con material combustible, octavo, la quema deberá ser efectuada en los patios interiores del edificio o en el cercado, noveno, los internos son responsables de las cansecuencias negativas de la quema, décimo, en caso de incendio, sea éste fortuito o intencionado, los bomberos no intervendrán, undécimo, tampoco deberán contar los internos con ningún tipo de intervención exterior, en el supuesto de que sufran cualquier otra dolencia, y tampoco en el caso de que haya entre ellos agresiones o desórdenes, duodécimo, en caso de muerte, cualquiera que sea la causa, los internos enterrarán sin formalidades el cadáver en el cercado, decimotercero, la comunicación entre el ala de los pacientes y el ala de los posibles contagiados se hará por el cuerpo central del edificio, el mismo por el que han entrado, decimocuarto, los contagiados que se queden ciegos se incorporarán inmediatamente al ala segunda, en la que están los invidentes, decimoquinto, esta comunicación será repetida todos los días, a esta misma hora, para conocimiento de los nuevos ingresados. El Gobierno y la Nación esperan que todos cumplan con su deber. Buenas noches"



martes, 1 de junio de 2010

Anillos para una dama. Antonio Gala.



Quizá Gala es más conocido por cosas que no tienen que ver con sus escritos. Es uno de los escritores más comprometidos con sus ideas. Rebelde, mordaz, inquieto, inusual, ... Apostó por un NO a la OTAN, apostó por la amistad hispano-árabe, apostó por una vida francamente nada convencional. Pareciera un perdedor, pero es grande y sereno. Es culto, tranquilo, inteligente y además de su vida, merece la pena su obra.
Anillos para una dama, es una visión desde el otro lado de la figura del Cid, o quizá, mejor, de la figura de Jimena, su esposa. Plantea una Jimena harta del mito, sobre todo de estar casda (viuda, en la obra) con el mito. Casada por conveniencia, enamorada ahora y presa de la sociedad bienpensante. Ávida de libertad, de amor, encerrada en su esperado dolor. Incomprendida por todos, los suyos y los otros. Rodeada de personajes todavía gobernados, dos años depués de su muerte, por ese omnipresente Cid Campeador.
Representa el absurdo de las convenciones y cómo pueden atenazar la vida, pero también el absurdo de esos héroes que nos salvan, quizá a nuestro pesar, que nadie reclama, que son sólo, como dice, un paréntesis que sólo sirve para entorpecer la lectura.
Está escrita como obra de teatro y, la atmósfera que crea, siempre pendiente de subrayar la atemporalidad de los diálogos, hacen que de veras, se nos olvide cuándo puede estar sucediendo, sólo pendientes del drama de una mujer amante, cautiva, sola.
Aquí os dejo un pequeño fragmento. Disfrutadlo.


"JIMENA.- ¡El ceñidor de la sultana ! Vale lo que toda Valencia… El verdadero tesoro del rey Alcadir… Regalos buenos sí que me hizo tu padre, la verdad. Hubiera estado orgulloso de verme entrar con él por las puertas de la catedral esta mañana. Siempre le gustó que fuese bien vestida… (A CONSTANZA.) Yo creo que le gustaba más vestida… (A MARÍA.) tu primo Minaya elegía los trajes y me los llevaba hasta Cardeña. Pero tu padre pagaba las facturas, eso sí. (Otro tono.) ¿Te acuerdas tú de San Pedro de Cardeña?


CONSTANZA.- (Mientras ordena la ropa.) ¡No ha de acordarse! ¡Ni que fuese tonta! Si era ya una mujer... Se casaron con los Infantes de Carrión al año y medio de salir de allí.

JIMENA.- (Divertida en el fondo.) ¡Hala! ¡Vaya mañana que lleváis el obispo y tú! De esas bodas no se habla... (Se acerca a MARÍA, le levanta la cara, le acaricia el entrecejo.) Entonces no tenías esta arruguilla que se te ha hecho aquí.

MARÍA.- (Apartándose.) Deja, mamá.

JIMENA.- (Un poco obsesiva.) ¿Qué te pasa, María? ¿Es que no eres feliz con tu marido?

MARÍA.- ¡Qué cosas tienes! Qué tendrá que ver mi marido con mi entrecejo... ¿Ni qué es eso de ser feliz con el marido?
JIMENA.- (A CONSTANZA.) Explícaselo tú, anda... Constanza, como sólo estuvo casada una semana, ha tenido mucho tiempo para imaginarse qué es ser feliz con el marido. Yo, mientras esperaba al mío, he perdido la vida. No sé qué es... (A CONSTANZA.) Díselo, díselo..."

miércoles, 5 de mayo de 2010

Contra la paz, contra la democracia. Agustín García Calvo


Hoy me encuentro guerrera. Este librito (el diminutivo sólo se refiere a su extensión, no a su contenido) lo leí, como tantas otras veces, al azar: me llamó la atención su título, tan políticamente incorrecto, tan chocante, tan extraño.
Siento decir que no conocía al autor, pese a ser una de las personas que más saben de esta maltratada lengua en la que intentamos hablar. Agustín García Calvo es filósofo, dramaturgo, gramático, poeta, ... pero creo que lo que mejor podría definirle es su coherencia, su rebeldía, su inconformismo. Sufrió (como tantos) el exilio y fue profesor hasta su jubilación, a pesar de su concepto de la educación formal.
No esperéis recetas en las páginas de este libro: es duro, te interroga constantemente sobre tus certezas, sobre lo que está bien y mal, sobre por qué está bien y mal. Le da la vuelta a todo lo preconcebido, a lo que estamos acostumbrados a dar por supuesto, a lo que tod@s aceptamos implícitamente como irrenunciable. ¿Y qué ocurre cuando esa democracia detrás de la que nos parapetamos es en realidad una triste burla? ¿Y qué ocurre cuando la paz sólo es (y no siempre) una ausencia de violencia?
No es fácil ponerse delante de las convicciones más íntimas y empezar a zarandearlas para ver si resisten. No es fácil derribar todo el entramado de creencias para empezar de cero, para ver si somos de verdad críticos, si no nos hemos acomodado, si no estamos defendiendo lo indefendible sólo por rutina.
Poneos delante de sus páginas y empezad a replantearos todo, las conclusiones pueden ser increíbles. Disfrutadlo.

"El mundo desarrollado aspira a que las poblaciones no sean más que masas de individuos, cada uno íntegramente reaccionario, es decir, conforme con el Estado y Capital que lo rige. Se confía en que por lo menos, por la parte de arriba, cada uno es necesariamente reaccionario, es decir, temeroso de su futuro, preparador de su futuro. Se confía, por desgracia, con buen fundamento, la parte superior de cada uno, la visible, tiene esa condición. Gracias a eso se confía en que las votaciones den siempre, por mayoría, resultados consabidos y conformes. Lo practican una y otra vez, están seguros de que el procedimiento va a darles lo que esperaban, y así funciona la cosa."

martes, 20 de abril de 2010

El cuaderno dorado. Doris Lessing


Doris Lessing es fundamentalmente y sobre todo, británica. No pude imaginar cuando comencé este libro, que había vivido hasta los 30 años en Zimbabwe, la Rodhesia del Sur actual. Es su prosa occidental, y sus problemas y su forma de encarar la vida. Dos matrimonios fallidos y una militancia comunista no pueden pasar sin dejar huella y así se refleja en El Cuaderno dorado.
Leí este libro hace mucho, mucho tiempo. Quizá a una edad que no debería, simplemente porque las vivencias que relata me resultaron difícilies de casar con las mías. La historia de una mujer madura con sus desencantos, sus miedos, ... divorciada y comunista. El libro son 4 cuadernos (rojo, negro, azul y amarillo) en los que Ana intenta reflejar sus diferentes facetas: política, sentimental, vital, ... pero ninguno de ellos es, lógicamente, Ana, así que surge El cuaderno dorado como resumen y compendio de los demás.
No he querido releerlo antes de escribir estas líneas, porque quería transmitir los sentimientos que me provocó entonces: la soledad que percibí en las palabras de Ana, el desencanto de la militancia, las preguntas sobre su condición de mujer sola que no quiere estarlo, su pelea contra lo convencional, contra lo establecido.
Me dejó un regusto amargo entonces porque transmite todo él un desencanto y un fatalismo envolvente. Una generación que creyó en la utopía y que agoniza ante la visión de lo que queda de todo ello.
He aprendido con el tiempo a ver la parte de lucha, de búsqueda, de valor para preguntarse todo el tiempo quién es y dónde está. Quizá según me hago mayor me acerco más a ese mundo de certezas que ya no lo son, de huídas, de desencuentros y desengaños, pero porque ahora lo conozco, lo valoro más, ahora puedo medir su valentía.
No es fácil escoger un trocito que muestre un poco de lo que es. Como Ana, el libro es cambiante, sus diálogos son largos, los temas que trata son variados y un fragmento a penas nos dirá nada, pero por no romper la norma que me he impuesto de hacer llegar una parte de lo que hablo a los demás, he elegido esta:

"- Yo no soy todos los jóvenes. Soy Saul Green. No me extraña que me haya tenido que ir de América. No queda nadie que hable mi lengua. ¿Qué les habrá pasado a todos los que conocía antes? Éramos todos los que íbamos a cambiar el mundo. Ahora atravieso el país visitando a mis antiguos amigos, y están casados o han hecho carrera, conversando privadamente con ellos mismos, borrachos, porque los 'valores americanos' están podridos.
Me reí por la manera hosca como dijo la palabra 'casados'. Levantó los ojos para ver de qué me reía, y aclaró:
- Ah, sí, sí; lo digo en serio. Entro en el hermoso piso nuevo de un viejo amigo y le pregunto: "Oye, ¿qué te propones con este trabajo? Tú sabes muy bien que está podrido,  sabes muy bien que te estás destrozando". Y él me replica: "Pero ¿y la mujer y los hijos?". Y Yo: "Es cierto lo que he oído, que has delatado a viejos amigos?". Traga rápidamente otra copa y se defiende: "Pero, Saul, tengo que pensar en la mujer y los niños". ¡Sí! ¡Por eso odio a la mujer y a los niños! Tengo mi razón para odiarlos. Muy bien, ríete; ¿habrá algo más divertido que mi idealismo? ¡Ya lo sé, está tan pasado de moda y es tan ingenuo! Hay cosas que al parecer ya no se las puedes decir a nadie: que no debería vivir como lo hace. ¿Por qué lo haces? Ésta es la pregunta que no puede hacer, si no quieres quedar como un mojigato. No sirve de nada decirlo, por otra parte, porque hay un tipo de coraje que la gente ha perdido. A principios de año debería haberme ido a Cuba con Castro para que mataran."

miércoles, 24 de marzo de 2010

El edificio Yacobián. Alaa al Aswany.



El autor de este libro es egipcio, de El Cairo, para más señas y así es capaz de retratar la sociedad de esta ciudad. Este dentista metido en lides escritoras, ejerce también como periodista, intelectual, en definitiva una mente inquieta. Ya su padre estaba muy compretido con un cambio de estructura en Egipto y él participa en el movimiento "kafaya" (basta) que aúna intelectuales, progresitas de izquierdas, ONGd's, ... y que piden verdadera democracia para su país.

En verdad el retrato que hace de El Cairo es angustioso. Cuando lo leí tuve una sensación de opresión, de dificultad para respirar, de ambiente viciado, de represión en suma, que me dejó un regusto amargo, amargo. Todo el estudio parte de una comunidad de vecinos en un edificio viejo de El Cairo, con sus relaciones, miserias, trampas para sobevivir, sus vicios, sus mezquindades, sus grandezas.

Me recordó a La Colmena de Cela por la mezcla de personajes, de vidas, de situaciones y porque el ambiente irrespirable era el mismo, salvando las distancias de culturas y problemáticas, pero ese transfondo de gente que no puede vivir, que se limita a llevar su vida como una cadena, como una condena casi, es casi una imagen especular.

Me sorprendió el tratamiento que hace de un personaje que acaba militando en las filas del terrorismo radical islamista. No lo trata mal, no, casi lo comprendes cuando lo lees, casi te parece natural. No es un chiflado y fanático religioso, sólo las cosas van de una en otra hasta que prácticamente el desenlace es natural. También es indulgente, benévolo con una mujer casada con un mártir (¿debería decir otra cosa?), inteligente, culta, aceptando el estado de las cosas, entendiendo su sacrificio. Casi lloré por ella, casi lloré por tod@s.

Tampoco esperaba una sociedad tan poco religiosa. Quizá sea el prejucio de esperar de un país musulmán, el que se pasen el día rezando cara a la Meca, pero en cualquier caso, los personajes de este libro (excepto alguno muy, muy contado) pintan un fresco mucho más laico de lo que esperaba. Hablo de personajes, porque el ambiente sí es religioso, y lo es en el peor sentido de la palabra: opresor, castrador, con todos, con todo.

Aquí va el fragmento de una conversación entre un periodista y su amante (hombre). Me parece enternecedor las dudas del joven y me parece deliciosa la respuesta de su amante.


“Tras hacer el amor se quedaron, como de costumbre, abrazados. La tenue luz de una larga vela bailaba lanzando sombras sobre la pared empapelada. Hatem habló largo rato sobre sus sentimientos hacia Abduh, que permanecía en silencio, mirando al frente, con su rostro repentinamente serio. Hatem le preguntó ansioso:



—¿Qué te ocurre, Abduh? ¿Qué te pasa?


—Tengo miedo, Hatem Bey —dijo Abduh, despacio y con gravedad.


—¿Miedo de qué?


—Del Señor, alabado sea.


—¿Qué dices?


—¡El Señor, alabado sea! Tengo miedo de que nos castigue por lo que hacemos.


Hatem permaneció en silencio y le observó en la oscuridad. Se le hacía extraño. Lo último que esperaba era hablar de religión con su amante.


—¿Qué quieres decir, Abduh?


—Hatem Bey, toda mi vida he sido creyente. En el pueblo me llamaban ‘el Sheij Abduh Rabbuh’. Siempre he elevado mis oraciones en la mezquita, ayuno en Ramadán y en todas las ocasiones que manda la sunna del Profeta. Hasta que te conocí y cambié.


—¿Quieres rezar, Abduh? Reza.


—¿Cómo voy a rezar si me paso la noche bebiendo vino y me acuesto contigo? Siento que Alá está enfadado conmigo y me castigará.


—¿Quieres decir que Dios nos castigará por amarnos?


—El Señor nos ha prohibido este tipo de amor. Es un pecado muy grave. En nuestro pueblo había un imam llamado Sheij Darawi, el Señor lo guarde. Era un hombre piadoso, un santo. Nos decía en el sermón de los viernes: ‘Alejaos de la sodomía, pues es un gran pecado que hace temblar de ira el Trono Celestial’.



Hatem no pudo contenerse. Se levantó de la cama, encendió la luz y prendió un cigarrillo. Su hermoso rostro y la camisa trasparente sobre su cuerpo desnudo le daban la apariencia de una bella mujer enfadada. Lanzó una bocanada de humo y se puso a gritar:


—Abduh, no sé qué hacer contigo. ¿Qué más puedo hacer por ti? Te amo, pienso en ti y siempre intento hacerte feliz y tú, en vez de agradecérmelo, me haces la vida difícil.



Abduh permaneció callado, mirando al techo con el brazo bajo la cabeza. Hatem terminó el cigarro, se sirvió una copa de whisky que se bebió de un trago y se sentó junto a Abduh, diciéndole con calma:


—Escúchame, cariño. El Señor es grande y verdaderamente clemente, nada que ver con lo que dicen los sheijs ignorantes de tu pueblo. Hay mucha gente que reza y ayuna pero que roba y hace daño. A esos castigará Dios. Pero a nosotros, estoy seguro de que Alá nos perdonará porque no hacemos daño a nadie, solamente nos amamos. Abduh, no hagas tu vida miserable. Esta noche es tu cumpleaños y debes estar contento."


No parecen tan terribles depués de todo ¿verdad?

martes, 23 de marzo de 2010

Donde mis manos te contienen

Hoy os voy a dejar un poema que escribí yo. ¡No corráis! No tengo pensado bombardearos con mis "creaciones".
Me recuerda a alguien que fue muy cercano, que ya no está y que extraño todos y cada uno de los días de mi vida. Será mi homenaje.

Volví para enmarcar tu cara con mis manos,
para abrazar tu pecho desolado,

volví para empapar tu alma con mi lluvia,

para alimentar tu cuerpo con mi savia.



Regreso a ti por los cordales de mi memoria.

Me llevan los vientos del norte, las aguas de las corrientes.

Tu rostro amado y casi invisible

precede mis pasos, siempre inalcanzable,

siempre mostrando mi tristeza.



Si pudiese alejarte para siempre de mi cabeza,

si pintar tu recuerdo de lágrimas y más lágrimas

agotase mi memoria, si la vaciase de ti.

Si abrazarte hasta el olvido me sanase...



Habrá un lugar para nostros entre mi mundo y el tuyo.

Donde mis manos te contienen, allí esperaré que vengas,

allí regresaré para tenerte.

Viviré en tu deseo y mi esperanza, de que no sea real tu falta.

Espero que os guste.

martes, 16 de marzo de 2010

La mujer habitada. Gioconda Belli.



Gioconda Belli es una autora nicaragüense. Encontraréis, casi siempre su definición como poetisa, porque gran parte de su obra es poética, pero este libro es, para mi, su mejor obra.

Su compromiso con la Nicaragua sandinista, tiene fiel reflejo en este libro. Es curioso el paralelismo que establece entre las vivencias de Lavinia, la protagonista, una muchacha hija de una familia de clase alta, con formación universitaria, educada en Europa, que vuelve a su país para dedicarse a construir hermosas casas para la gente de su clase y una indígena, Itzá, luchadora con su pueblo contra los primeros españoles que invadieron su tierra, reencarnada en un naranjo del patio de la casa de Lavinia. El proceso que sufre Lavinia, su despertar político, el estreno de sus ideales, narrado con la voz de una mujer que ya combatió, que ya sufrió un proceso similar muchos años antes, como una prolongación.

Es, por otra parte, una reivindicación hermosa de la libertad de la mujer para vivir, para sentir, para ser como quiera, rompiendo convencionalismos, navegando por encima de los prejucios y de los corsés de tiempos y clases.

Aunque es una obra en prosa, la voz de Itzá es pura poesía: su ingenuidad, su dulzura, su grandeza. Valiente, guerrera, madre primigenia, fundamental y primitiva. Se apodera de Lavinia, la habita, la inunda hasta no poder distinguir un comienzo y un final de una y otra.

Disfrutad de su lectura, no podréis hacer otra cosa, seguro.

Aquí está el fragmento que seguro os apasionará. Es la voz de Itzá la que narra.

" Después de varios meses de recios combates, uno tras otro morían los guerreros. Vimos nuestras aldeas arrasadas, nuestras tierras entregadas a nuevos dueños, nuestra gente obligada a trabajar para los encomenderos. Vimos a los jóvenes púberes separados de sus madres, enviados a trabajos forzados, o a los barcos desde donde nunca regresaban. A los guerreros capturados se les sometía a los más crueles suplicios; los despedazaban los perros o morían descuartizados por los caballos. Desertaban hombres de nuestros campamentos. Sigilosos desaparecían en la oscuridad resignados para siempre a la suerte de los esclavos. Los españoles quemaron nuestros templos: hicieron los códices sagrados de nuestra historia; una red de agujeros era nuestra herencia. Tuvimos que retirarnos a las tierras profundas, altas y selváticas del norte, a las cuevas en las faldas de los volcanes. Allí recorríamos las comarcas buscando hombres que quisieran luchar, preparábamos lanzas, fabricábamos arcos y flechas, recuperábamos fuerzas para lanzarnos de nuevo al combate.
Yo recibí noticias de las mujeres de Tegucigalpa. Habían decidido no acostarse más con sus hombres. No querían parirle esclavos a los españoles. Aquella noche era la luna llena, noche de concebir. Lo sentí en el ardor de mi vientre, en la suavidad de mi piel, en el deseo profundo de Yarince. Regresó de la caza con una iguana grande, color de hojas secas. El fuego estaba encendido y la cueva iluminada de rojos resplandores. Se acercó y después de comer acarició el costado de mi cadera. Vi sus ojos encendidos en los que se reflejaban las llamas de la hoguera. Quité su mano de mi costado y me resbalé más lejos, hacia el fondo de la cueva. Yarince vino hacia mí creyendo que se trataba de un juego para excitar más su deseo. Me beso sabiendo como sus besos eran pulque jugoso en mis labios: me emborrachaban. Lo besé. En mi surgían imágenes: agua de los estanques, tiernas escenas, sueños de más de una noche, un niño guerrero, rebelde, inclaudicable, que nos prolongara, que se pareciera a los dos, que fuera un injerto de los dos, cargando las mas dulces miradas de ambos. Me aparté de que sus labios me vencieran. Dije: No, Yarince, no. Y luego dije no de nuevo y dije lo de las mujeres de Tegucigalpa, de mi tribu: no queríamos hijos para las encomiendas, hijos para las construcciones, para los barcos, hijos para morir despedazados por los perros si eran valientes y guerreros. Me miró con ojos enloquecidos. Retrocedió. Me miró y fue saliendo de la cueva, mirándome cual si hubiera visto una aparición terrible. Luego la ramas de la hoguera, muriéndose encendidas. Más tarde escuché los aullidos de lobo de mi hombre. Y más tarde aún, regresó arañado de espinas. Esa noche lloramos abrazados, conteniendo el deseo de nuestros cuerpos, envueltos en un pesado rebozo de tristeza. Nos negamos la vida, la prolongación, la germinación de las semillas. Cómo me duele la tierra de las raíces solo de recordarlo! No sé si llueve o lloro? "

jueves, 11 de marzo de 2010

Tres hombres en una barca. Jerome K. Jerome.


Hoy hablamos de un libro pequeñito de extensión, pero tremendamente divertido. Su autor es Jerome K. Jerome. Es un autor inglés nacido en 1859 (para situarnos, más que nada). Su padre se arruinó y él tuvo que dejar la escuela muy joven, con 14 años. Trabajó en múltiples oficios hasta que consiguió empezar a publicar. También fue un viajero (que no turista) infatigable.

El libro retrata estupendamente el paisaje y el paisanaje de la época. Costumbres, actitudes, lugares, ... Es el relato de un viaje que emprenden tres amigos (y el perro de uno de ellos, Montmorency, importante personaje, aunque creáis que no) por el río Támesis en una barca. Esto provoca toda suerte de situaciones inverosímiles.

Para mi representa uno de los mejores ejemplos del humor británico. Surrealismo puro en personajes absolutamente convencionales. Diálogos absurdos bajo una apariencia de normalidad burguesa, en fin, para no parar de reír de principio a fin.

Os dejo una muestra (no sabéis bien qué trabajo me ha costado decidirme por un fragmento), espero que os guste:

" En mi caso lo que no funcionaba era el hígado. Sabía que el hígado no me funcionaba porque acababa de leer un prospecto de píldoras hepáticas donde se detallaban los diversos síntomas que permiten apercibirse del mal funcionamiento del hígado. Yo los tenía todos. Aunque parezca realmente extraordinario, jamás he leído un prospecto farmacéutico sin llegar inevitablemente a la conclusión de que padezco la enfermedad allí descrita, y en su forma más virulenta. El diagnóstico parece coincidir, sin excepción y exactamente, con todas las sensaciones que he sentido alguna vez en la vida. Recuerdo que un día fui al Museo Británico para leer algo sobre el tratamiento de un ligero achaque que me afectaba... creo que era fiebre del heno. Bajé el libro y leí cuanto tenía que leer; y después, irreflexivamente, lo hojeé descuidado y empecé a estudiar con indolencia las enfermedades en general. No recuerdo cual fue la primera dolencia donde me sumergí. -sin duda algún temible y devastador azote- pero, antes de haber llegado a la mitad de la lista de "síntomas premonitorios", supe sin lugar a dudas que la había contraído. Me quedé unos instantes paralizado de horror. Después, con la indiferencia propia de la desesperación, seguí pasando páginas. Llegué a la fiebre tifoidea, leí los síntomas, descubrí que tenía fiebre tifoidea, que debía tenerla desde hacía meses sin saberlo. Me pregunté que más tendría. Llegué al baile de San Vito; descubrí, como ya esperaba, que también lo tenía. Empecé a interesarme por mi caso y, decidido a investigarlo a fondo, inicié un estudio por orden alfabético. Observé que estaba contrayendo la malaria, cuyo estado crítico sobrevendría en un par de semanas. Constaté aliviado que padecía la enfermedad de Bright sólo en forma benévola y que, en lo que a ello tocaba, me quedaban muchos años de vida. Tenía el cólera, con complicaciones graves, y parece que había nacido con difteria. Recorrí concienzudamente las veintiséis letras para llegar a la conclusión de que la única enfermedad que no padecía era la rodilla de fregona . Esto me irritó en un primer momento. Parecía, en cierto modo, una especie de menosprecio. ¿Por qué no tenía rodilla de fregona? ¿Por qué tan odiosa salvedad? Al rato, sin embargo, se impusieron sentimientos menos egoístas. Recordé que tenía todas las demás enfermedades conocidas por la farmacología, mi egoísmo cedió y decidí arreglármelas sin rodilla de fregona. Parecía que la gota, en su estadio más maligno se había apoderado de mí sin que yo me diera cuenta, y era evidente que sufría zimosis desde la temprana infancia. Después de zimosis no había más enfermedades, por lo que concluí que ya no me ocurría nada más. "

martes, 9 de marzo de 2010

Cien años de Soledad. Gabriel García Márquez


Imagino que no hace falta presentación para este escritor ¿verdad? Empiezo por un libro conocidísimo, pero no pude resistirme. Es mi libro de cabecera que releo con inmenso placer una y otra vez. Cierto que al final del libro, quizá imbuída por tanto suceso maravilloso, increíble, se me mezclan los personajes, las guerras, los amores,... quizá por eso nunca me canso de leerlo.

Hay algo que me llama particularmente la atención, no sé si me ocurre a mí nada más: me asombra la fortaleza de las mujeres de la novela, desde la terrenal y práctica Úrsula, hasta la cruel abuela que prostituye a su nieta para hacerle pagar por el incendio de su casa, desde la Amaranta despreocupada, libertina y rencorosa, hasta Rebeca, hija llegada prisionera de un insomnio eterno. Todas y cada una, asumen su papel decisorio. No divagan, saben, luchan y ganan o pierden, pero no transmiten esa inmensa soledad de los hombres. Ellos son duros, locos, se ocupan de cosas nimias: peces, oro, guerras, ... Ellas llevan el peso de la vida.

Me desborda la enormidad de todo lo que pasa, de cómo pasa. Las cosas son inmensas, exageradas, brutales. Las personas aman y odian con una intensidad tan apabullante, que nuestras más tiernas muestras de afecto o nuestras mayores explosiones de ira, son ridículas si las oponemos a los sentimientos desbordantes de sus personajes.

Y me desarma ese círculo cerrado que se establece entre. Esa inevitabilidad, esa vuelta al miedo primigenio del descendiente deforme por el pecado de sus ¿tatarabuelos? reproducido infinitamente en sus hijos.

Aquí os dejo para terminar un pedacito de este libro. No voy a repetir el principio, porque creo que será la parte más conocida, aunque sí es cierto que me parece un comienzo magistral. Os reproduzco una de las partes donde se refleja el carácter de una de estas sorprendentes mujeres.

"... En el tumulto que se reunía en el patio a tomar café, contar chistes y jugar barajas, Amaranta encontró una ocasión de confesarle su amor a Pietro Crespi, que pocas semanas antes había formalizado su compromiso con Rebeca y estaba instalando un almacén de instrumentos músicos y juguetes de cuerda, en el mismo sector donde vegetaban los árabes que en otro tiempo cambiaban baratijas por guacamayas, y que la gente conocía coma la calle de los Turcos.


El italiano, cuya cabeza cubierta de rizos charolados suscitaba en las mujeres una irreprimible necesidad de suspirar, trató a Amaranta como una chiquilla caprichosa a quien no valía la pena tomar demasiado en cuenta.


Tengo un hermano menor -le dijo-. Va a venir a ayudarme en la tienda.


Amaranta se sintió humillada y le dijo a Pietro Crespi con un rencor virulento, que estaba dispuesta a impedir la boda su hermana aunque tuviera que atravesar en la puerta su propio cadáver. Se impresionó tanto el italiano con el dramatismo de la amenaza, que no resistió la tentación de comentarla con Rebeca. Fue así como el viaje de Amaranta, siempre aplazado por las ocupaciones de Úrsula, se arregló en menos de una semana. Amaranta no opuso resistencia, pero cuando le dio a Rebeca el beso de despedida, le susurró al oído:


-No te hagas ilusiones. Aunque me lleven al fin del mundo encontraré la manera de impedir que te cases, así tenga que matarte."

lunes, 8 de marzo de 2010

Comenzando

Las cosas nunca suceden exactamente como un@ espera que sucedan. Seguramente es mejor así, la incertidumbre de lo porvenir nos libra de un aburrimiento que, al menos a mí, me mataría poco a poco.

Hace tan sólo unos meses, mi vida era estable, predecible, rutinaria y de pronto todo se voltea, todo empieza a cambiar rápido, rápido y hoy me encuentro con la sensación de no saber hacia dónde voy, pero sí que, indefectiblemente, me dirijo hacia algún lugar nuevo. No quiero desaprovechar la oportunidad, esta vez, tengo que hacerlo bien: por eso comienzo esto, porque esta vez no me robarán el sueño.

Palabra sobre palabra es un hermoso nombre: es el nombre de un poemario de Ángel González. De algún modo, él me reconcilió con la poesía. Me acercó de nuevo a ella con sus escritos tan cercanos, tan comprensibles para mí, con sus letras que encendían pequeñas chispas en mi a medida que las leía. Venían de un ser del que apenas conocía nada, que vivía lejos, del que me separaba un mundo de kilómetros, de años y de vivencias, pero ... esas cosas que suceden en ocasiones, pasó a formar parte de mi vida.

Tal vez influyese la época, tal vez, las manos que me lo regalaron, tal vez la casualidad, ... pero ¿realmente tiene importancia cómo llega la belleza a nosotr@s?

Como esto es el principio, creo que se hace necesaria una explicación del por qué y del para qué comienza esto. Mi sueño son los libros: leerlos, por supuesto, pero también tocarlos, olerlos, verlos, ... me parecen una fuente de placer inagotable y objetos curiosos, extraños, amables, capaces por sí mismos, de refundarnos, de hacernos mejores o peores, algo en realidad extraordinario. Me gustaría que aquí hubiese espacio para la charla, el consejo, el consuelo, la crítica, ... en definitiva, el pensamiento.

Hablaré de los libros que más me gustan (o han gustado), del por qué (si soy capaz a razonarlo). Habrá espacio para la poesía, para la novela, para los cuentos, para los ensayos. Me gustará que alguien me hable de los que aún no conozco, más que nada me gustará eso, para saber cada día un poco más de algo, de alguien. Al contrario que algunas personas, seguramente mucho más sabias que yo, creo que es mejor algún libro que ninguno, todos tienen algo, de todos se puede extraer algo, al menos, todos nos ayudan a remover la conciencia, a replantearnos las cosas de nuevo, a afirmarnos o a repensar argumentos: salud mental, se mire como se mire. Por eso aquí no habrá tontos elitismos, cada quién podrá hablar del libro que ame o que odie, que de todo habrá. Todo es válido cuando de hablar se trata. Pido, eso sí, respeto para las opiniones contrapuestas y buenas maneras para la exposición: una mera cuestión de educación.

No puedo dejar de agradecer a la gente que me ha animado en estos meses. A l@s que creyeron que puedo lograrlo, a l@s que sueñan, como yo, en un lugar donde se pueda ser, en lugar de tener. No quiero dejar de recordar a Susana Rivera, la esposa de Ángel, que desde el otro lado del mar, me transmitió tanto calor, que se portó tan generosamente conmigo y que me demostró que no todo está perdido cuando aún hay gente como ella.

Algún día puede que consiga el sueño de que este espacio sea físico, un lugar donde poder reunir los libros y la gente que los ama. No sé si está cerca o lejos, pero esa será mi meta y tod@s tendréis un hueco en él, a tod@s os esperaré con un café y un buen rato de charla.