Esto es el principio de un sueño. De mi sueño de libros y libertad. Este Ángel que me sigue, tan terrenal, tan cercano, velará para que se realice. No dejará que me pierda en el marasmo de las cosas sin valor, en la nada de la memoria perdida. Vigilará para que nada me distraiga ni me confunda, para que no abandone ni mis ilusiones de niña, ni mis utopías adolescentes. Esto es el principio de mi sueño y mi futuro.

martes, 16 de noviembre de 2010

Pantaleón y las visitadoras. Mario Vargas Llosa.


Otro clásico, como Gabo, en cuanto a calidad literaria.
Tampoco necesitará presentación el autor de este libro. Amado y odiado con la misma intensidad. Escritor con ínfulas políticas en el peor sentido de la palabra. Precisamente por estas aficiones dejé de leerle durante mucho tiempo: craso error en el que juré no volver a caer. Es un escritor soberbio. Maneja el lenguaje a su antojo y, afortunadamente, siempre con una precisión admirable. Es imaginativo, locuaz, transgresor, ... Como veis, rendida me tiene su forma de escribir. Cuando me equivoco sé reconocerlo y justo es reconocer un talento como el suyo.
No obstante, mi admiración se queda en el aspecto literario, pues ni siquiera puedo soportar su voz cuando le entrevistan, ni sus opiniones políticas, en las antípodas de las mías.
En este caso y a pesar de sus posiciones personales, Vargas Llosa nos sitúa ante la hipocresía de una sociedad bienpensante, que intenta ocultar, que intenta tapar los instintos, que no acepta el sexo como necesidad, como disfrute, que desprecia y estigmatiza a las prostitutas, pero que las utiliza.
La trama gira entorno a Pantaleón Pantoja, un militar de conducta y moral irreprochables, al que sus superiores encargan la tarea de organizar un prostíbulo ambulante que "atienda" a los soldados destinados en lugares donde no hay mujeres.
La paradoja que supone que semejante encargo deba realizarlo un personaje de las características de Pantoja, es la primera de las hilarantes situaciones que se suceden a lo largo de todo el libro: la meticulosidad del Capitán en el desempeño de su encargo choca con el encargo en si mismo, con la personalidad de las prostitutas y del mundo que rodea a éstas.
Todo el libro esta atravesado por una fina ironia, poniendo ante el espejo permanentemente las convicciones del que lee.
Relamente tiene pasajes de auténtica carcajada. Aquí os dejo una muestra. Disfrutadlo.

"...—Si usted lo prefiere, puedo pedir hoy mismo mi traslado—palidece el capitán Pantoja—. Para demostrarle que no tengo ningún interés en el Servicio de Visitadoras.
—Vaya eufemismo que se han buscado los genios—taconea de espaldas, mirando el río que destella, las cabañas, la llanura de árboles el padre Beltrán—. Visitadoras, visitadoras.


—Nada de traslados, me mandarían otro intendente en una semana —vuelve a sentarse, a ventilarse, a enjugarse la calva el general Scavino—. De usted depende que esto no perjudique al Ejército. Tiene sobre los hombros una responsabilidad del tamaño de un volcán.


—Puede dormir tranquilo, mi general—endurece el cuerpo, echa atrás los hombros, mira al frente el capitán Pantoja—. El Ejército es lo que más respeto y quiero en la vida.


—La mejor manera que tiene ahora de servirlo, es manteniéndose alejado de él —suaviza el tono y ensaya una expresión amable el general Scavino—. Mientras esté al mando de ese Servicio, al menos.


—¿Perdón?—pestañea el capitán Pantoja—. ¿Cómo dice?


—No quiero que ponga los pies jamás en la Comandancia ni en los cuarteles de Iquitos—expone a las aspas zumbantes e invisibles la palma, el dorso de las manos el general Scavino—. Queda exceptuado de asistir a todos los actos oficiales, desfiles, tedéums. También de llevar uniforme. Vestirá únicamente de civil.


—¿Debo venir de paisano incluso a mi trabajo?—sigue pestañeando el capitán Pantoja.


—Su trabajo va a estar muy lejos de la Comandancia—lo observa con recelo, con consternación, con piedad el general Scavino—. No sea ingenuo, hombre. ¿Se le ocurre que le podría abrir una oficina aquí, para el tráfico que va a organizar? Le he afectado un depósito en las afueras de Iquitos, a orillas del río. Vaya siempre de paisano. Nadie debe enterarse que ese lugar tiene la menor vinculación con el Ejército. ¿Comprendido?


—Sí, mi general—sube y baja la cabeza el boquiabierto capitán Pantoja—. Sólo que, en fin, no me esperaba una cosa así. Va a ser, no sé, como cambiar de personalidad.


—Haga de cuenta que lo han destacado al Servicio de Inteligencia—abandona la ventana, se le acerca, le concede una sonrisa benevolente el comandante Beltrán—que su vida depende de su capacidad de pasar desapercibido.


—Trataré de adaptarme, mi general—balbucea el capitán Pantoja.


—Tampoco conviene que viva en la Villa Militar, así que búsquese una casita en la ciudad—desliza el pañuelo por sus cejas, orejas, labios y nariz el general Scavino—. Y le ruego que no tenga relación con los oficiales.


—¿Quiere decir relación amistosa, mi general?—se atora el capitán Pantoja.


—No va a ser amorosa—ríe o ronca o tose el padre Beltrán.


—Ya sé que es duro, le va a costar—asiente con amabilidad el general Scavino—. Pero no hay otra fórmula, Pantoja. Su misión lo pondrá en contacto con toda la ralea de la Amazonía. La única manera de evitar que eso rebote sobre la institución, es sacrificándose usted mismo.


—En resumidas cuentas, debo ocultar mi condición de oficial—divisa a lo lejos un niño desnudo que trepa a un árbol, una garza rosada y coja, un horizonte de matorrales que llamean el capitán Pantoja—. Vestir como un civil, juntarme con civiles, trabajar como civil.




—Pero pensar siempre como militar—da un golpecito en la mesa el general Scavino—. He designado un teniente para que nos sirva de enlace. Se verán una vez por semana y a través de él me rendirá cuenta de sus actividades.


—No se preocupe lo mas mínimo: seré una tumba—empuña el vaso de cerveza y dice salud el teniente Bacacorzo—. Estoy al tanto de todo, mi capitán. ¿Le parece bien que nos veamos los martes? He pensado que el punto de reunión fueran siempre barcitos, bulines. Ahora tendrá que frecuentar mucho estos ambientes ¿no?"

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